Por Juan Manuel de Prada, en XLSemanal 4-10 de septiembre
La reciente visita de
Benedicto VXI a España ha servido, entre otras cosas, para que algunos aspectos centrales de la fe católica que los propios católicos han arrumbado o siquiera recluido vergonzantemente en el desván de la clandestinidad, por temor a provocar el escándalo o la irrisión de sus contemporáneos, fuesen expuestos sin rubor a la luz del día. Ocurrió así, por ejemplo, con la adoración eucarística, práctica que la mayoría de los católicos tiene olvidada, tal vez porque ha dejado de creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía; y ocurrió así con el
sacramento de la Penitencia, cada vez menos frecuentado por muchos católicos que, sin embargo, siguen comulgando como si tal cosa, quizá porque se creen tocados por una varita mágica que los hace inmunes al pecado, quizá porque han reducido la Comunión a una mera rutina o uso social (y la transubstanciación a un mero símbolo sin sustancia).
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